EL CHILOTE OTEY Y OTROS RELATOS

La recordada Editorial “Quimantú” sacó a la luz la primera edición de “El chilote Otey y otros relatos” en el año 1971.
Su portada presentaba en su plano superior una imagen de las Torres del Paine y en el plano inferior la vista de un hombre solitario mirando hacia el mar una barca perdida en el horizonte y en la otra el retrato de un campesino chilote al lado de un canastillo de juncos. Al año siguiente cursábamos el primero medio en la ciudad de Punta Arenas y nos aferramos a ese libro que nos acompañó durante mucho tiempo.
En esta obra, para nuestra sorpresa, se reflejaba la vida de esfuerzo y rudeza de los hombres de nuestra región. La dureza de un clima inhóspito, la marginalidad geográfica de un mundo de soledades, la naturaleza indomable donde los seres humanos llegan a perder la razón, por la infamia, por la ambición o la traición. Se presentan diferentes tipos humanos, grotescos algunos, herméticos y soterrados otros, en la zona fronteriza del heroísmo y la cobardía. Donde no hay planos definidos y el personaje que se muestra tímido en un momento se presenta luego como un intrépido navegante o un audaz obrero revolucionario.
Francisco Coloane, es un narrador rotundo, tiene un lenguaje cinematográfico, uno tiene la sensación de estar viendo las grandes y furiosas olas del “Golfo de Penas” en medio del mar tempestuoso que arrastra una rustica chalupa de ciprés, tripulada por cuatro bogadores que parecen fantasmas suspendidos en sus trabajosas singladuras por la inmensidad marítima. El paisaje sombrío de la “Tierra de olvido”, transitando por senderos que bordean el abismo, con un boscaje de robles enanos y aparragados desde donde divisan una casucha oxidada pequeña y oscura, como señalando la presencia humana en un territorio olvidado y golpeado por los cataclismos. O como los jinetes solitarios de “La botella de caña” que transitan uno al lado del otro sin hablar.
“La soledad de la pampa es tal, que el cielo gris y bajo, parece haberse apretado tanto a la tierra que ha desplazado todo rastro de vida en ella y dejado solo y más vivo ese silencio letal, que ahora no es horadado sino por los crujidos de las patas de los caballos en la nieve”.
Coloane nos acerca a la historia, por sus páginas transitan conocidos personajes como Julius Popper, el aventurero rumano que construyó un verdadero imperio en la Patagonia con la explotación del oro en Tierra del Fuego y el exterminio indígena. El odiado teniente coronel Varela, principal responsable de los fusilamientos masivos en la huelga grande de 1921, quien dejó un tendal de muertos por Río Perro, Cañadón once, Lago Argentino, estancia Anita. El legendario Facón Grande, amansador de potros, carrero y uno de los líderes del gauchaje, que revoleando sus boleadoras y blandiendo su enorme facón, sumado a su conocimiento del territorio, mantuvo a raya al décimo de caballería.
“Chilote Otey”, es el cuento que sirve de título del libro y al mismo tiempo da vida a dos personajes entrañables: Gabriel Rivera, amansador de potros y natural de Tenaún y Bernardo Otey, lechero de la estancia Primavera, también chilote, proveniente de Lemuy. Aquí se reconstruye la historia de nuestros padres, de nuestros abuelos, de tantas familias magallánicas.
Los jóvenes chilotes acicateados por la necesidad deben emigrar hacia el sur poblando todo el territorio patagónico, tanto chileno como argentino, trabajan en las estancias, como velloneros, esquiladores, campañistas, troperos, ovejeros, amansadores y puesteros. Muchos de ellos dejaron blanqueando sus huesos en estas inmensidades, bajo el fuego de la metralla asesina. Sin que nadie supiera de su destino.
Facón Grande, José Font, sabe que ya no pueden seguir huyendo y decide enfrentar al Décimo de caballería, junto a unos cuarenta hombres, desde el galpón de esquila de la estancia. Con esta maniobra permitirá la huida de seiscientos huelguistas a través de la cordillera Payne. Entre estos últimos está Bernardo Otey, pero decide quedarse a ofrecer la lucha.
Después del combate final Gabriel Rivera, Bernardo Otey y otros tres troperos, son enfrentados al pelotón de fusilamiento. En un acto de máxima osadía Otey se lanza en contra de sus verdugos que atinan a descargar toda su fusilería sobre el pecho del obrero. Los otros intentarán huir sin mayor suerte. Gabriel Rivera, tomará un caballo poniendo tierra de por medio, hasta alcanzar a sus compañeros, que ya están a salvo.
“Como buen amansador, sabía que un caballo reventado no obedece a espuelas ni rebenque, pero no cae mientras siente a su jinete encima. Por eso su relato fue muy breve, y, al terminarlo, se bajó del caballo al mismo tiempo que la noble bestia se desplomaba”.
Así se relata la historia del chilote Otey. El próximo año se cumple el centenario de estos luctuosos hechos. Seguramente volveremos a regresar a estos textos de Francisco Coloane, que conservan el recuerdo del pueblo chilote. A estos obreros que marcaron con su sacrificio una ruta indeleble en la memoria de los trabajadores patagónicos.
Por: JORGE DIAZ BUSTAMANTE- AGOSTO 2019.
*Publicada en NATALES ONLINE